Por Jorge Rivas*
El que termina, fue en el mundo el año de la indignación, de la resistencia popular contra dictaduras, contra planes de ajuste económico, contra los abusos del poder financiero internacional. Hubo una invasión extranjera a Libia, a sangre y fuego, y hubo represión, más pobreza, y desaliento en África y en Asia, en Europa y hasta en los Estados Unidos de América.
Aquí, en la Argentina, no es que se hayan borrado los males y las miserias, ni que se haya vencido a la desigualdad y a la injusticia. No, pero en lugar de retroceder, como en tantas partes del globo, los intereses de las mayorías populares han seguido avanzando, como en los últimos ocho años.
Decir que el balance nacional arroja saldo ampliamente favorable no significa que desconozcamos, como se nos acusa desde ciertas posiciones presuntamente de izquierda, que sigue habiendo desigualdad, que las grandes corporaciones siguen haciendo negocios y explotando a sus trabajadores. Que las personas privadas de su libertad sufren condiciones de encierro intolerables, o que hay millones que necesitan más salud y más educación, para dar sólo algunos ejemplos.
Significa, sí, reconocer que el empleo y los salarios han seguido ascendiendo en el país, que la pobreza, en consecuencia, se ha seguido reduciendo, que la economía ha seguido creciendo con inclusión social y con la atenta participación del Estado.
Que los derechos y las libertades democráticas se han seguido ampliando, que hay más chicos en las escuelas y más represores ante la Justicia. Otra vez, se trata sólo de algunos ejemplos. Pero el camino que se recorre, sobre todo, ha renovado las perdidas expectativas de un pueblo que ahora quiere ir por más, y que le dio a la Presidenta Cristina Fernández una arrolladora victoria electoral en octubre.
El año parecía terminar con una noticia desdichada: la enfermedad de la Presidenta. Sin embargo, al desasosiego inicial le siguió la confianza que trajeron la información precisa y la certeza de que Cristina enfrenta el desafío con fuerza y serenidad. Además de sus propios recursos anímicos, ella sabe que va a tener el afecto y el apoyo de millones de conciudadanos que esperan cerrar un balance todavía mejor dentro de un año. Claro que para que eso sea posible no basta con su conducción. Para seguir avanzando hacen falta también todo el esfuerzo, toda la lucidez y todo el sentido crítico de los que estamos comprometidos con el proyecto nacional, popular y democrático que ella encabeza. (Télam)
*Diputado socialista del bloque del FpV
